Vincent Van Gogh se exilia al sur de Francia en Arles, para encontrar el lugar perfecto y plasmar su arte único en el lienzo. La naturaleza es su espacio y única compañera, ya que muchas veces es incomprendido por las personas del pueblo. Su hermano Theo trata de ayudarlo, pero Vincent se recluye aun más en sus trastornos y delirios.
El film también relata la amistad que tuvo con otro pintor de la época Paul Gauguin (Oscar Isaac).
Después de la asombrosa Loving Vincent, iba a ser muy difícil recrear nuevamente el espectáculo visual que imperaba en la vida y obra de Vincent Van Gogh. Pero Julian Schnabel logra volcar el estilo que ya lo hizo conocido en La escafandra y la mariposa.
Planos en primera persona con distorsiones de colores y enfoques, cortes abruptos y movimientos de cámara desenfrenados son sólo algunos recursos que el director utilizó para poder transmitir la sensación que tiene un pintor a la hora de realizar su trabajo.

Este tour de force está reforzado por la magnifica interpretación de Willem Dafoe. El actor pone su cuerpo y su voz en ambas posiciones de la cámara. Cuando vemos el mundo a través de sus ojos y sentimos esa voz interna que lo lleva a la creación de sus obras, pero también a apartarse de la sociedad. Y por otro lado, cuando nos pone desde el punto de vista de los demás que lo ven con desdén y rechazo.
La puesta en escena se construye desde varios lugares. Reforzando por momentos el fuera de campo (aunque estrecho) y por otros la naturaleza estática o en movimiento que influyó en la obra de Van Gogh.

Van Gogh en la puerta de la eternidad es otra gran obra que representa al artista con sus obsesiones y miedos. Julian Schnabel vuelve a transmutar esos sentimientos en el espectador con subjetivas y bruscos movimientos de cámara, de alguna manera para incomodar y en otra para hacer entender lo que significa ser artista.